lunes, 24 de enero de 2011

CONCILIO DE JERUSALÉN


Tinc un altre dubte. No és de la Bílbia, però està relacionat amb el menjar i pot resultar curiosa la resposta. Jesús es va criar com a jueu. Supose que s'alimentaria segons les lleis jueves. Jesús no diu cap cosa referida a què podem i què no podem menjar. Qui va decidir que els cristians podien menjar de tot? Supose que algun Concili, però no ho tinc clar. I de pas que plantege açò, plantege un altre: qui va decidir que no es practicara la circuncisió?
Antes del “famoso primer Concilio de la Iglesia”, el que se celebró en Jerusalén, hay un precedente muy importante en los Evangelios de Mateo y de Marcos que debemos tener muy en cuenta a la hora de dar una respuesta a esta duda.
En los pasajes de Mateo 15, 10-20 y de Marcos 7, 14-23 se dice: Y llamando á sí las gentes, les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se ofendieron? Mas respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo. Y respondiendo Pedro, le dijo: Decláranos esta parábola. Y Jesús dijo: ¿Aun también vosotros sois sin entendimiento? ¿No entendéis aún, que todo lo que entra en la boca, va al vientre, y es echado en la letrina?. Más lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre: que comer con las manos por lavar no contamina al hombre.”


El llamado concilio de Jerusalén es un encuentro entre los responsables de las dos grandes comunidades de la Iglesia naciente: la de Jerusalén, llena de judíos que observan la ley (613 preceptos), y la de Antioquia, llena de gentiles que viven el Evangelio libre de la ley. El relato del encuentro aparece en el centro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 15). El futuro de la Iglesia está en juego: ¿se acepta el Evangelio libre de la ley? ¿se impone a los gentiles el legalismo judío? ¿está amenazada la unidad de la Iglesia naciente? 
La comunidad de Jerusalén tiene su origen en la misión de Jesús, que empieza en la Galilea de los gentiles (Mt 4,15) y termina en Jerusalén. Cuando evangeliza, Jesús no está solo, comparte su misión. Con él están los doce (Lc 9,1-6), los setenta y dos (10,1), las mujeres que le acompañan (8,1-3). La comunidad de Jesús está  abierta a todos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen  (8,21).
Tras la muerte de Jesús, los discípulos, reunidos en oración, esperan el don del espíritu en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús (Hch 1,14). Entre ellos está Santiago el Menor, que dirigirá el grupo más estrechamente vinculado a la ley (Ga 2,12). Tras la muerte de Judas, el grupo de los doce se recompone con la elección de Matías. Las condiciones requeridas son: haber acompañado a Jesús y ser testigo de su resurrección (Hch 1,15-26).
La primera comunidad cristiana recibe el don del espíritu en medio de fuertes resistencias: De repente vino del cielo un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos (Hch 2,2-3). Es el bautismo en espíritu santo y fuego (Lc 3,26). Aparecen las constantes de la evangelización apostólica: la confesión de Jesús como Señor, la conversión, el perdón de parte de Dios, el don del espíritu, la incorporación a la comunidad, la enseñanza de los apóstoles, la comunión, la fracción del pan por las casas, la oración, muchos prodigios y señales, la comunicación de bienes (Hch 2,36-47). Denunciados ante el sanedrín, Pedro y los apóstoles responden con valentía: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (5,29).
En medio de diferentes tensiones, el sector griego de la comunidad adquiere organización propia con la elección de los siete (6,1-6). Se multiplica el número de discípulos y muchos sacerdotes van aceptando la fe (6,7). La denuncia profética del templo y de la ley, realizada por Esteban (uno de los siete), le supone la muerte (6,8-8,4). El encuentro de Felipe (otro de los siete) con el eunuco etíope manifiesta que la experiencia de fe desborda fronteras culturales y religiosas (8,26-40). La experiencia de Pedro en casa de Cornelio abre las puertas de la Iglesia naciente a los paganos, sin necesidad de hacerse judíos (Hch 10 y 11). El año 44 el rey Herodes hace morir por la espada a Santiago el Mayor, uno de los doce, y llega también a prender a Pedro, pero éste puede escapar (12,1-17). En la comunidad de Jerusalén miles de judíos se han hecho cristianos y todos ellos son celosos partidarios de la ley (21,20)
La comunidad de Antioquia nace con ocasión de la persecución que se centra en el sector griego de la comunidad de Jerusalén: Los que se habían dispersado cuando la persecución provocada por el caso de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquia, sin predicar la Palabra a nadie más que a los judíos. Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses que, al llegar a Antioquia, hablaban también a los griegos y les anunciaban la buena noticia del Señor Jesús. La mano del Señor estaba con ellos y un gran número recibió la fe y se convirtió al Señor. La noticia de esto llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquia. Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor (Hch 11,19-22). Bernabé partió para Tarso en busca de Pablo y le llevó a Antioquia: Estuvieron juntos durante un año entero en la iglesia e instruyeron a muchos (11,25-26).
Pues bien, en la comunidad de Antioquia algunos que bajaron de Judea  crearon un problema que debía ser afrontado conjuntamente: Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme a la tradición de Moisés, no podéis salvaros. Esto provocó un altercado y una seria discusión con Pablo y Bernabé. Y se decidió que Pablo y Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén, donde los apóstoles y ancianos, para tratar esta cuestión (15,1-2). La iniciativa partió de la comunidad de Antioquia. Pablo y Bernabé no fueron convocados por los apóstoles y ancianos de Jerusalén. Los ancianos son responsables del grupo judío.
Para los judíos circuncisión y ley forman un todo inseparable. La circuncisión es el signo de la alianza que el pueblo de Israel recibe de Dios: A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón (Gn 17,12). La ley muestra el cumplimiento de esa alianza en la vida ordinaria. Para el sector judío de la comunidad de Jerusalén su pertenencia a Israel es un factor esencial en la comprensión de su identidad creyente y la adhesión de los gentiles a la fe en Cristo debía pasar necesariamente por la circuncisión y la observancia de la ley. Sin embargo, no todos los grupos que componen la comunidad de Jerusalén son rigurosamente partidarios de una concepción tan estricta. El propio Pedro, en Cesarea, había bautizado al centurión romano Cornelio y a los que estaban con él (Hch 10,1-11,18) sin obligarlos a pasar por el rito de la circuncisión y por la estricta observancia de la ley.
Cuando se celebra el concilio de Jerusalén, hacia el año 48, la comunidad de Antioquia lleva ya más de diez años de existencia y ha admitido en su seno a muchos gentiles, sin imponerles la aceptación de la ley judía. Es un grupo con identidad propia: En Antioquia fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos (11,26). La comunidad vive el Evangelio libre de la ley judía y es plenamente iglesia de Cristo.
Los delegados de la comunidad de Antioquia atraviesan Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos: Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y ancianos, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos (15,4). Pero en Jerusalén hay pareceres encontrados. Algunos fariseos convertidos son firmes partidarios de la ley judía y de la necesidad de la circuncisión para todos: Se reunieron entonces los apóstoles y ancianos para tratar este asunto (15,6).
Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra de la buena nueva y creyeran. Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el espíritu santo como a nosotros y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos (11,7-11).
La intervención de Pedro es decisiva. El apóstol recuerda su propia experiencia en el caso de Cornelio y saca las consecuencias, justificando el proceder de la comunidad de Antioquia. Bernabé y Pablo proclaman la acción de Dios en medio de los gentiles: Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y a Pablo contar todas las señales y prodigios que Dios había obrado por medio de ellos entre los gentiles (11,12).
Finalmente interviene Santiago, responsable del grupo que observa la ley judía: Hermanos, escuchadme. Simeón ha referido cómo Dios ya al principio intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su nombre. Con esto concuerdan los oráculos de los profetas, según está escrito: Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída, reconstruiré sus ruinas y la volveré a levantar. Para que el resto de los hombres busque al Señor y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre, dice el Señor que hace que estas cosas sean conocidas desde la eternidad. Por esto opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre (15,13-20). La tienda de David (levantada y renovada) es una señal para los gentiles que buscan a Dios. No hay que imponer la ley judía a los gentiles que se conviertan, pero los gentiles han de observar unos mínimos (ver Dt 32,17; Lv 18,6-18 y 17,10-12).
Entonces los apóstoles y ancianos, de acuerdo con toda la comunidad, deciden que dos miembros dirigentes de la comunidad de Jerusalén se desplacen a Antioquia con Pablo y Bernabé, llevando una carta en la que se dice: Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos, hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos donde vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que son hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro señor Jesucristo. Enviamos, pues, a Judas y a Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz. Que hemos decidido el espíritu santo y nosotros no imponeros más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza (15,24-2). Los delegados comunican en Antioquia las decisiones tomadas y entregan la carta. Los hermanos se alegraron al recibir aquel aliento (15,31). Pablo y Timoteo difunden por doquier las decisiones tomadas en Jerusalén (16,4).
Más adelante, en Jerusalén, Santiago le recuerda a Pablo esos mínimos (21,25). Para Pablo no suponen nada nuevo (Ga 2,6). La participación en los banquetes paganos consagrados a los ídolos es algo que Pablo denuncia claramente: Si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el débil (1 Co 8, 10-11), no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios (10, 21). También Pablo denuncia los casos de unión ilegal o impureza; por ejemplo, el caso del incestuoso o los casos de inversión sexual (5,1-6,20; Rm 1,26-27). En cuanto a la prohibición de comer animales estrangulados y sangre es algo que  (probablemente) no debía importarle lo más mínimo.

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